jueves, 30 de octubre de 2014

Salón del Automóvil de Brasil, ensombrecido por el pesimismo del sector

SAO PAULO (Reuters) - Los fabricantes de automóviles en Brasil enfrentan actualmente su peor momento desde 1999 y podría pasar un año o más antes de que la situación mejore.

Es difícil hallar un buen pronóstico para el 2015 esta semana en el Salón del Automóvil de Sao Paulo, donde las compañías acostumbradas a un crecimiento de dos dígitos en el mercado se preparan ahora para tres años de caídas de ventas.

"Parece que el mercado va a pasar por tiempos difíciles hasta el 2016", dijo Koji Kondo, jefe ejecutivo de Toyota Motor Corp en Brasil, citando como un problema persistente los costos laborales, el aumento de los impuestos y los cuellos de botella en las infraestructuras.

"Es complicado que las condiciones económicas de Brasil se recuperen a corto plazo", comentó.

Las ventas de automóviles y camiones ligeros han caído un 9 por ciento en lo que va de año comparado con los primeros nueve meses del 2013, mientras la demanda se desvanece por la restricción al crédito y la inestable confianza del consumidor.

Las unidades locales de las automotrices globales han pasado de ser un flujo constante de ingresos a un grave dolor de cabeza, con las nuevas fábricas añadiendo un excedente al inventario.

El bache que atraviesa Brasil, combinado con la errática economía argentina, podría dejar sin uso hasta el 50 por ciento de la capacidad de la industria en Sudamérica el próximo año, aseguró Rogelio Goldfarb, jefe de asuntos corporativos de Ford Motor Co para la región.

La industria del automóvil, que contribuye a un cuarto de la producción industrial de Brasil, se ha convertido en un emblema de los problemas que enfrentará la recién reelegida presidenta, Dilma Rousseff, en su nuevo mandato.

El mercado automotriz de Brasil estaba aún en auge cuando Rousseff llegó a la presidencia en el 2011, duplicándose en una década para convertirse en el cuarto mayor del mundo. Pero el aumento de los costos y las importaciones más competitivas complicaron a las fábricas locales y a otros manufactureros.

La reacción de Rousseff fue una serie de alivios impositivos específicos, barreras a la importación y créditos subsidiados para los fabricantes de automóviles y otras industrias favorecidas.

Las medidas incrementaron las ventas temporalmente, pero hicieron poco por la competitividad de Brasil. Ahora está quedando claro que es difícil sacar a las compañías unas medidas diseñadas solo como emergencia.

Ejecutivos presentes el martes en la exhibición de autos pedían otra ampliación de las exenciones fiscales, diseñadas para durar apenas tres meses en el 2012 y que han costado miles de millones a un presupuesto federal que ya estaba bajo presión.

Un plan para poner fin a la eliminación gradual del llamado IPI fue retrasado por última vez hasta fines de diciembre.

"El actual IPI es ahora parte de la industria. Los consumidores se han acostumbrado a él. Sean cuales sean los cambios, no se puede subir (el impuesto)", dijo Jaime Ardila, director de General Motors Co en Sudamérica, agregando que espera un ligero repunte de las ventas en el 2015.

Hay otros un poco más optimistas, como Thomas Schmall, jefe ejecutivo de Volkswagen AG en Brasil, quien dijo que el mercado podría crecer hasta un 4 por ciento el próximo año.

Otros participantes, como las marcas de lujo y los fabricantes individuales que presentan nuevos modelos, esperan un crecimiento aún mayor, pero por el momento parece un juego de suma cero.

"Creemos que lo más probable es que el mercado vuelva a crecer en 2016", afirmó el presidente ejecutivo de Honda Motor Co para Sudamérica, Issao Mizoguchi.

"El 2015 es el año para tomar una medicina fuerte. (...) Si la situación es estable, será bueno", afirmó.